La empresa siempre debe mostrar su mejor cara. La imagen que proyecta es el reflejo de cómo es, de su personalidad y de toda una serie de valores y emociones con los que el cliente se puede identificar. De lo que transmita dependerá las percepciones que sus distintos públicos tengan de ella y las decisiones que al final tomen y que pueden o no beneficiar al negocio.
Así que es importante para una organización tener en cuenta cómo es percibida y cómo quiere que la perciban y aquí entra en juego la comunicación externa, que junto a la comunicación interna -en mi anterior artículo me referí a este tema- es una herramienta estratégica para una empresa.
Tanto la comunicación interna como la externa hacen una llave importante dentro de las comunicaciones corporativas y, sin duda, deben ser implementadas en una compañía. Ambas se complementan y la una sin la otra es como operar a media máquina.
La comunicación externa se concentra en dar a conocer la identidad de la empresa y alcanzar la mayor competitividad posible dentro de un mercado, cuanto más amplio, mejor. Tiene un foco claro que no se puede perder de vista dentro de una estrategia comunicacional, la cual se puede abordar desde tres aristas diferentes o como uno todo.
Está, entonces, la comunicación externa operativa, vinculada con la actividad y desarrollo diario de la empresa que se produce con todos sus públicos; la externa estratégica, que es para obtener información sobre aspectos estratégicos de la empresa que permitan mejorar su posición competitiva; y externa de notoriedad, que hace referencia al flujo de información con el que la compañía trata de dar a conocer, por ejemplo, sus productos y servicios.
Al final, estas tres formas de comunicación buscan un mismo objetivo y es velar por la empresa, al darla a conocer en todos los sentidos y promoverla entre sus distintos públicos.
Para lograrlo, las organizaciones deben elaborar un conjunto de acciones y mensajes para los consumidores, clientes, proveedores e incluso para la sociedad donde se desenvuelve, con el propósito de generar, mantener o reforzar sus relaciones con ellos, lo que les permitirá, por ejemplo, una mayor identificación de sus marcas y un mejor posicionamiento en el mercado.
Así que hay suficientes razones para que una organización también asuma la comunicación externa como parte de su ADN. Proyectar, promover y reforzar la imagen de la organización, publicitar los proyectos, actividades, productos y servicios y conseguir la interacción de los agentes externos tiene sus beneficios, que destaco en este artículo: conectar a la empresa con su entorno.
Fuente: Tal Cual