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Cambio. El solo hecho de escuchar esa palabra puede generar diversas reacciones en las personas. Hay quienes lo asumen como una gran oportunidad de avanzar, mientras otros sienten angustia y un profundo temor de fracasar. Lo cierto es que en nuestra vida diaria nos enfrentamos a constantes cambios en lo personal y profesional, y lo importante es saber encararlos. No ganamos nada haciéndonos los ciegos o mirando hacia el otro lado, porque, queramos o no, el cambio seguirá allí.

Esto no resulta diferente en el mundo de los negocios. La palabra cambio se ha vuelto familiar y se ha convertido en protagonista del quehacer empresarial. De hecho, las empresas vienen enfrentándose a rápidos y continuos cambios. El acelerado desarrollo de la ciencia y la tecnología y la globalización de la economía han generado nuevos retos para las compañías, que se traducen en nuevos competidores y nuevas demandas de clientes y consumidores, lo que las obliga a ser más eficientes y, en algunas circunstancias, hasta cambiar.

Precisamente ese ambiente que envuelve a las empresas exige de ellas una elevada capacidad de adaptación y estar preparadas para asumir los cambios rápida y eficazmente.

Sin embargo, a mi juicio, las situaciones de cambios no deben ser atendidas de manera dispersa, dejarlas al azar, a lo que dicta la rutina o a la improvisación, es necesario planificarlas adecuadamente.

Y lo que considero más importante: los cambios deben gestionarse para que las empresas se muevan hacia el objetivo deseado. Pero no basta con desearlo, las compañías tienen que prepararse para la gestión de cambios, bien sea organizacionales o gerenciales; y llegado a este punto, es responsabilidad de los gerentes, junto a sus equipos, lidiar y gestionar este hecho.

Sin embargo, acometer un proceso de gerencia del cambio no es tan fácil como pudiera pensarse, debido a la gran cantidad de elementos que entran en juego. Enfrentar situaciones de cambio requiere de un elevado nivel de compromiso, dedicación orientada hacia el logro de la nueva meta e inversión.

Pero si no se cuenta con la participación activa y el apoyo de todo el personal de la empresa –nunca faltan los detractores– es muy posible que el cambio no sea exitoso o quede sin concluir, lo que puede resultar perjudicial.

Así que los líderes empresariales tienen un papel protagónico en la gestión de cambios, sobre ellos recae gran parte del peso para llevar adelante un proceso planificado que encamine a la empresa y a su talento humano hacia la excelencia.

Si las compañías son capaces de crecer y desarrollarse, de redefinir sus rumbos y adaptarse a nuevas situaciones, podrán no solo sobrevivir sino imponerse en el medio difícil y hostil de la competencia. Al fin y al cabo, es necesario el cambio para evolucionar.

Fuente: Tal Cual